La primera ascensión de Monte Perdido

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Monte Perdido es una de las montañas más emblemáticas y llamativas del Pirineo. Desde el origen del pirineísmo ha despertado una gran fascinación y atracción. Su cumbre fue pisada por primera vez —que se tenga constancia— el 10 de agosto de 1802 en un tiempo en el que adentrarse en las cotas más altas de la cordillera era una verdadera aventura. 

La expedición la encabezó el alsaciano Louis Ramond de Carbonnières, un verdadero apasionado de nuestras montañas y considerado por muchos como «el primer pirineísta». En aquel entonces, Monte Perdido se consideraba la cima más alta del Pirineo y se le atribuían 3.436m de altitud. Hoy sabemos que es la tercera cima más alta, después del Aneto y el Posets y que su altura real son 3.355m. 

En su hazaña, Carbonnières estuvo acompañado por dos guías locales, algo muy habitual en aquel entonces. Hay quien dice que en realidad, en una de sus avanzadillas, estos dos jóvenes ascendieron a la cima tres días antes de que lo hiciera Carbonniéres, aunque esto nunca quedó registrado de forma oficial. 

En definitiva, la expedición de 1802 hizo historia y logró el honor de conquistar por primera vez la cima de Monte Perdido. La ruta que eligieron siguió la Faja de la Tormosa hasta el collado de Añisclo y desde aquí lo bordearon por el norte para acometer una ascensión entre grietas y neveros que les llevó hasta la cima.

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La emoción de Carbonnières al pisar la cumbre

Ramond de Carbonnières, registro tras la ascensión estas palabras: 

«A las once y cuarto coroné la cumbre del Monte Perdido, y tuve el gozo de ver por fin todos los Pirineos a mis pies. Luchábamos nosotros mismos con esfuerzo contra aquel viento impetuoso al que un águila vencía con facilidad, y que nos hacía experimentar un frío considerable.

Quizá no haga falta buscar por otro lado el secreto del entusiasmo que aflora en los relatos de cuantos se han visto elevados por encima de las altitudes ordinarias. Si es que no conviene conceder también algo al imperio de los parajes, de la majestad del espectáculo, a la emoción que provocan visiones tan imponentes y tan nuevas cuando, en soledad, sobre estas cimas que son los auténticos extremos de la Tierra, el observador, incitado al recogimiento por la grandeza del paisaje y el silencio de la Naturaleza, contempla sobre su testa la inmensidad del espacio, y a sus pies la hondura de los tiempos.»


Carbonnières y su fascinación por Ordesa

Las tareas naturalistas, científicas y de exploración que Carbonniéres llevó a cabo en el Pirineo fueron extensas y de gran valor. Pero el francés sintió una especial predilección por los valles que hoy conforman el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. 

Fue el primero en explorar muchos de sus rincones y escribió tres libros sobre Ordesa, que fueron esenciales para poner en valor este lugar. Tal fue su reconocimiento que al Pico Añisclo, que junto a Monte Perdido y el Cilindro forma el macizo de Treserols, se le denominó también Soum de Ramond.

En el año 2002 el Organismo Autónomo de Parques Nacionales reeditó las obras de Louis Ramond de Carbonnières «Viajes al Monte Perdido», redactadas entre los años 1801 y 1804.

 

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