Cuenta la leyenda que Pirene era la más hermosa hija del dios Tubal, dueño entonces de estas tierras. Había sido nombrada cuidadora de las aguas y vivía entre la inmensidad de los bosques, donde paseaba y disfrutaba de la naturaleza.
Cuando Hércules se dirigía a efectuar uno de sus doce trabajos, atravesó uno de los bosques. En el encuentro, los dos se enamoraron y se amaron en la noche tibia. Sin embargo, Hércules pronto olvidó sus promesas de amor y decidió continuar su camino, abandonando a Pirene.
Los rumores de la belleza de la hija de Tubal también habían llegado hasta Gerion, un mounstro de tres cabezas que vivía en Eriteia. Gerion fue al encuentro de Pirene e intentó tomarla, pero ante su rechazo, decidió quemar el bosque que ardió entre las llamas.
La noticia llegó a oídos de Hércules, que volvió sobre sus pasos para ayudar a Pirene. Pero cuando llegó ya era demasiado tarde. Solo encontró un cuerpo sin vida. Pirene había muerto en el incendio.
Destrozado y arrepentido por la pérdida, Hércules decidió enterrarla entre unas enormes y hermosas piedras, dando lugar a la cordillera que llevaría su nombre, los Pirineos.
Más versiones
Otra de las versiones cuenta que del encuentro entre Hércules y Pirene nació una horrenda serpiente. Ante el dolor y la pena, Pirene huyó al monte donde murió. Hércules encontró el cuerpo sin vida de su amada y construyó un mausoleo de grandes rocas en su honor, que daría origen a los Pirineos.
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Una respuesta
Gema Ramos Vega
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