El caso de la extraña muerte del oso Cachou, cuyo cadáver fue encontrado en la Val d’Aran el pasado 9 de abril, ha dado un nuevo giro con la apertura de una investigación penal y la declaración del secreto de sumario por parte de la jueza de Viella. Para las entidades ecologistas, la decisión judicial afianza las sospechas de que el oso, que estaba en el punto de mira por sus ataques al ganado, podría haber muerto por causas no naturales.
“Si el caso ha sido derivado a un juzgado es porque se han detectado indicios de delito contra la fauna”, explica a Cima Norte la responsable del programa de Especies Amenazadas de WWF España, Gema Rodríguez.
Más de un mes después de su muerte, la única información publicada hasta ahora por las autoridades sobre la necropsia que se está practicando en la Universidad Autónoma de Barcelona era un comunicado oficial del Conselh Generau d’Aran, del 14 de abril, en el que se apresuraron —en base a un análisis preliminar— a sugerir que la muerte de Cachou podía deberse a “una agresión producida muy probablemente por otro oso” y a la caída por un barranco.
El cadáver del oso, de seis años de edad, fue encontrado por Agentes de Medio Ambiente en el fondo de un barranco en Les, cerca de la frontera con Francia. El Conselh Generau d’Aran explicó que el oso se había despeñado unos 40 metros por un barranco muy abrupto después de pelearse con otro macho. Sin embargo, “mostraba un buen estado corporal”, y el único rastro de la feroz lucha eran unas heridas en un lado de la cabeza.
“La versión del Conselh d’Aran no era coherente con la foto del cadáver de Cachou, porque el oso no mostraba signos de violencia, que suele ser lo habitual en caso de peleas entre machos, ni contusiones tras una caída de tanta altura”, asegura Rodríguez.
Diversas entidades conservacionistas criticaron al gobierno aranés por la premura con la que achacó la muerte a circunstancias naturales. Según entidades como Ipcena, FAPAS o WWF, el Consejo intentaba echar tierra sobre el caso, sin haberse descartado una muerte premeditada con los análisis toxicológicos definitivos de la necropsia.
Era necròpsia de Cachou, realizada peth servici d’Ecopatologia de Fauna Sauvatge dera UAB, apunte de manèra preliminar que poirie auer estat atacat per un aute os e que queiguec d’uns 40mhttps://t.co/iTos46iORb pic.twitter.com/75177ICN3C
— Conselh Generau Aran (@conselharan) April 14, 2020
Declaran el secreto judicial
Ahora, ese informe de necropsia que prepara la Universidad Autónoma de Barcelona, junto a toda la investigación del caso, ha sido declarado secreto judicial. Pretenden que ninguna filtración pueda arruinar la investigación sobre la muerte del oso. “Es extremadamente rara la declaración de un secreto de sumario para un caso relacionado con la fauna o el medio ambiente”, comenta Gema Rodríguez.
Los ecologistas sospechan que Cachou pudo haber muerto envenenado, un método cruel y castigado por el Código Penal, pero que aún se utiliza en algunos lugares de España para liquidar depredadores. Antaño, cuando la especie se perseguía con saña en el Pirineo, se colocaban cebos envenenados untados de miel para acabar con los osos.
Cachou, un oso «polémico»
Según el último conteo oficial, en todo el Pirineo viven 52 ejemplares de esta especie protegida, y la coexistencia con la ganadería extensiva continúa siendo el gran reto pendiente. Además del famoso Goiat, Cachou había sido el foco de las protestas contra el oso en los últimos tiempos.
En otoño del año pasado, este último fue señalado como responsable de ataques a caballos en la Val d’Aran. El collar GPS que los responsables de la conservación de la especie le habían colocado en mayo de 2019 delató su posición junto a varias carroñas de ganado equino, que pasta libremente por la montaña. Aunque no quedó claro si Cachou mató todos los animales, porque los osos acostumbran a comer carroña, la polémica estalló e incluso se planteó su deportación. El Síndic d’Aran exigió su “retirada inmediata” del Pirineo, una petición secundada por ganaderos del valle.
En aquel momento, la Generalitat decidió aplicar un fungicida a la carroña de una yegua matada por el oso para amargarle la digestión (la sustancia química provoca vómitos). Con el experimento trataban de disuadirlo de su comportamiento depredador.
El Protocolo de Intervención con Osos en los Pirineos, aprobado en octubre de 2018, define que ante un oso“reiteradamente depredador” del ganado, como se consideró a Cachou, deben aplicarse medidas de condicionamiento aversivo. Según la Fundación Oso Pardo, en el caso de la aversión química deben evaluarse muy bien las sustancias a utilizar y sus dosis, para evitar riesgos para el oso y el consumo accidental por otras especies, así como ingestiones repetidas o sobredosificación.
El valor genético de Cachou
El joven Cachou se consideraba clave para el futuro de la pequeña y endogámica población de oso pardo en los Pirineos. Su genética era un auténtico tesoro, pues su padre no estaba emparentado con Pyros. el macho traído de Eslovenia que durante más de 20 años dominó la cordillera y del que descienden la mayoría de los osos pirenaicos. “No en vano, los niveles de variación genética de esta población, que permiten su supervivencia, están entre los más bajos de los descritos en la literatura científica para esta especie, lo que sitúa a esta población en una situación crítica”, explicó WWF en un comunicado en el que calificaba la muerte de Cachou de “importantísima pérdida”.
Esta organización, junto a otras entidades conservacionistas de ambas vertientes del Pirineo, ha pedido por ello a las autoridades que estudien la posibilidad de traer otro macho de oso pardo que pueda ocupar el lugar de Cachou y reduzca la endogamia de la especie en la cordillera pirenaica. WWF también estudia la posibilidad de presentarse como acusación particular, en el supuesto de que el caso llegue a juicio.
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