Esta es tierra de leyendas, brujas y duendes. Puede ser que domine en nosotros un gran sentido de la imaginación alentado por los bellos paisajes que nos rodean. Y es que, quién no ha fantaseado con la presencia de marcianos mientras atravesaba la zona de piedras rojas en los ibones de Anayet o escalaba por Piedras Rojas en Candanchú. O quién no ha pensado en los restos de un aquelarre viendo las aguas rojas del Aragón Subordán tras un día de tormenta.
El Pirineo es un territorio con miles de colores. Los azules de nuestros ibones, los verdes del bosque o el blanco de la nieve. Pero son esos colores royos (rojizos) de las piedras los que nos llaman especialmente la atención. Sin embargo, aunque alienten la imaginación de niños y mayores, su explicación es mucho menos épica que todo lo que podamos imaginar.
Su origen
Estos materiales se formaron hace unos 250 millones de años (en la época geológica del Pérmico). Por esa época, aquí descansaba una cordillera mucho mayor que la que podemos observar en la actualidad (la Cordillera Varisca).
La cordillera se erosionaba rápidamente y los materiales erosionados eran transportados por unos ríos primitivos que nada tenían que ver con los de la actualidad. Con el paso del tiempo los materiales eran sedimentados en enormes valles. Pero todo ello ocurría en un ambiente árido, el cual permitió que el hierro que contenían los sedimentos se oxidara y tiñera los materiales de rojo. Con el paso de millones de años, estos materiales se fueron plegando en la formación de lo que ahora conocemos como Pirineos. De este modo podemos encontrar esta pequeña franja de materiales royos en distintas partes del Pirineo.
Así pues cuando veamos zonas de piedras rojas en el Pirineo es probable que no estemos haciendo un viaje en el espacio hasta Marte sino un viaje en el tiempo hasta épocas pasadas con climas áridos que lograron crear esos colores tan llamativos.
Puedes leer más sobre geología del Pirineo en este enlace.
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