Entre el río Cinca y el Ara y a los pies de algunas de las cumbres más representativas de todo el Pirineo, se encuentra Aínsa, una villa de carácter medieval donde se puede respirar el ambiente de toda su historia paseando por sus calles.
Aínsa cuenta con unos 2.100 habitantes incluyendo todos sus núcleos. La capital, L’Aínsa en aragonés, se sitúa a 589m sobre una colina, lo que le dotaba ya en tiempos celtas de una situación privilegiada de vigilancia de las dos llanuras aluviales (Cinca y Ara).
Esta situación se aprovechó por posteriores civilizaciones hasta llegar a la Edad Media, donde la villa, que fue un importante núcleo cristiano, acogió en el 724 una de las planificaciones para la reconquista, como muestra la leyenda de la Cruz de Sobrarbe. Siglos más tarde, Alfonso I el Batallador concedió privilegios a Aínsa con los cuales tan sólo contaba en todo el Pirineo la ciudad de Jaca.
Así fue durante toda la Edad Media, lo que provocó que la villa fuera ganando cada vez más importancia. De esta época, sobre todo de finales (siglos XIV y XV), datan los restos arquitectónicos que hoy parecen adentrar en un cuento a los turistas que la visitan cada día, como por ejemplo la Plaza Mayor, una de las más bonitas de todo el Pirineo.
Ya en 1965 se declaró Conjunto Histórico-Artístico, reconociendo así su belleza. Posteriormente, a mediados de la segunda década del siglo XXI, fue reconocida con la clasificación de Uno de Los Pueblos Más Bonitos de España; para, ya en 2018, haber sido nombrada Capital del Turismo Rural, otro reconocimiento a nivel nacional del que los ainsetanos están orgullosos en estos días.
Estos reconocimientos han provocado que la villa se reinvente, pasando de ser un lugar de labores agrarias y ganaderas a ser uno de los principales centros turísticos del Sobrarbe, ayudado también de la cercanía del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y del Parque Natural de Posets – Maladeta. Sin embargo, la mayor afluencia de visitantes en los últimos años no ha hecho desaparecer la esencia de la localidad. Las tradiciones se mantienen con numerosas festividades a lo largo del año y la arquitectura hace de la villa un museo a gran escala para quien lo visita.
Galería fotográfica L’Aínsa
Por el este desciende el río Cinca y por el sur se intuye el Ara. Al fondo, Monte Perdido. Entre tal entorno, se encuentra la Villa de Aínsa.
Visitantes pasean y contemplan sus calles, declaradas Conjunto Histórico-Artístico ya en 1965.
Las parras, hoy ornamentales, y la ropa de labor tendida, nos hablan de un pasado fundamentalmente agrario. Al fondo sin embargo, aprovechando la arquitectura tradicional como reclamo, el turismo se convirtió en la principal actividad económica de la villa.
Tres turistas pasan junto a los restos de una hoguera en la Plaza Mayor. Esta hoguera son los restos de la celebración “Punchacubas”, donde se homenajea la tradición de elaboración de vino en cada una de las casas.
Las terrazas de los comercios ocupan el interior de los arcos de la plaza, lugar de tránsito de los visitantes de la Villa.
La colegiata de Santa María o iglesia de la Asunción. Su cripta, del año 1181, es un místico lugar que bien pudiera albergar en nuestros días los más profundos secretos medievales.
Los muros exteriores de la iglesia, anidados a las puertas de acceso a la villa, nos hablan de la rica historia de este lugar. Hoy en día, los turistas fotografían tanto el interior del pueblo como el entorno que lo rodea.
Una pareja pasea por las murallas del castillo de Aínsa bajo la vigilancia de la Peña Montañesa. Datado en el siglo XI, está declarado como Monumento histórico-artístico desde 1931. Actualmente, además de ser un atractivo para el visitante, alberga las sedes del Geoparque del Sobrarbe y de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos.
Otro elemento destacado de su arquitectura es el encanto de su empedrado auténtico y los mosaicos que forma en las calles y plazas de la localidad.
La parte más alta de las murallas del castillo es uno de los mejores lugares para contemplar una panorámica de la Plaza Mayor y de todo su entorno. En estas fechas, anunciando la llegada de las fiestas navideñas.
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