Nepal, a medio camino entre las montañas y el corazón

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Desde bien pequeño empiezo a soñar con montañas. Encuentro el paraíso en un pequeño y perdido rincón del Pirineo Aragonés y allí me instalo, en la Villa de Borau. Desde aquí desarrollo mi vocación pedagógica con uno de los mejores escenarios del mundo: la salvaje cordillera pirenaica.

El Himalaya queda lejos, pero la literatura me lo acerca a través de grandes alpinistas clásicos como Lionel Terray o las aventuras descritas en libros como el Leopardo de las Nieves. Cuando empiezas a soñarlo ya estas en el camino, y en mi caso así es.

En el verano del 2014, junto a mi compañera Gema, me dejo inundar de montañas y culturas mientras el monzón azota este país al que yo llamo de las “sonrisas bonitas”.

Borracho de la experiencia sigo soñando con el siguiente viaje a la cordillera. Quiero vivir de nuevo una experiencia única entre sus gentes. Buenos amigos se animan a acompañarme. Junto con otro Guía de montaña realizamos el primer viaje organizado a Nepal, al circuito de los Annapurnas. En este momento, descubro que acompañar y guiar en estas montañas responde totalmente a lo que mi vocación me pide. Comienzo así a trabajar día a día por realizar más viajes y descubrir nuevas montañas, circuitos y valles que recorrer. Con todo lo que ello significa.

Un viaje local, emprendido desde la Jacetania y con la ayuda sincera de la Agencia de Viajes Shiva. Con ella seguimos trabajando y promocionando nuestras experiencias en Marruecos, Alpes o Patagonia, a través de viajes fotográficos y mucho más. 

Desde mi primer viaje, he continuado viajando a Nepal. Una o incluso dos veces al año. Mientras redacto este pequeño reportaje en mi memoria esta la última experiencia allí vivida, hace apenas un mes. Ya con ganas de la siguiente, sigo trabajando para esa máxima de que todo esfuerzo tiene su recompensa. Posiblemente Manaslu sea nuestro próximo destino en el Himalaya.

En mis viajes, he tenido la suerte de conocer a muchas personas. Y me gustaría destacar la experiencia cultural que un viaje de este tipo significa. Adentrarnos en las casas y en las vidas de sus gentes hace que el recuerdo sea imborrable para todos los que conocen Nepal por primera vez.

Langtang, Annapurnas, Everest, Manaslu o Mardi Himal. Son algunos de los destinos donde, junto con la gente local, desarrollo estos viajes de aventura. Siempre acompañados de un curso de iniciación a la fotografía. Así comparto mi experiencia en el mundo de la imagen, y los acompañantes se llevan un reportaje y un recuerdo de lo vivido. Y es cierto eso de que “una buena imagen vale más que mil palabras”.

Entre todos hacemos piña. Y cuando digo todos también incluyo a nuestros “corresponsales” o amigos en el Himalaya. Junto a ellos nuestros viajes son más reales, incorporándonos a sus vidas y sus quehaceres. Nos permiten conocer de primera mano todo lo que supone vivir bajo las montañas más grandes del planeta. Sin ellos, los viajes serían muy diferentes.

A veces pienso que a muchas personas les gusta escalar montañas, y cuanto más altas mejor. Me veo identificado en lo que al reto supone. Pero es desde el año 2015, cuando siento la responsabilidad que tiene el «primer mundo». Necesitaba dejar parte de mi en las gentes de Nepal, que desde un primer momento me han abierto las puertas de sus casas.

Vivimos muy bien en esta parte del mundo, quizás por allí, al otro lado, la vida es mucho más básica y precaria. Para lo bueno y para lo malo. Tenemos una deuda, y además lo sabemos.

Es después del terremoto cuando decido dejar parte de nuestro trabajo y de mi en las zonas que visito. Desde entonces, cuando finalizo los viajes organizados de trekking en la cordillera, vuelvo a “mi casa” en Nepal, el Valle de Langtang. Es donde tengo mis mejores amigos y donde he tenido la suerte de promover y ayudar en diferentes microproyectos junto con mis compañeros de ORCHE ONG.

Así, todos juntos e implicando a la población local hemos construido una casa para una familia con muy pocos recursos, acelerando el proceso de reconstrucción tras el terremoto en una zona tan afectada como Langtang.

Además, durante el 2017 y también implicando a una pequeña familia, pusimos en marcha un pequeño proyecto de reconstrucción de un molino de agua para moler cereal. De él se benefician ya numerosas familias en la localidad de Thulo Syabru, en la entrada del Parque Nacional de Langtang.

Ahora mismo y durante los años 2018 y 2019 seguiremos trabajando codo a codo con la población de este pequeño pueblo para desarrollar un pequeño local social. Que sirva de punto de reunión y encuentro a la comunidad de mujeres de Thulo, mejorando así su calidad de vida y la de sus seres queridos. Dejamos nuestro granito de arena. 

Todo esto por ellos, y por mi mismo, porque dar significa recibir, y en este caso recibimos mucho.  También porque en mi opinión personal, tenemos una deuda y una responsabilidad social entre este lado y el otro de nuestro planeta.

Con pequeños gestos como estos, el mundo puede girar, y mucho mejor “engrasado”. Creo en los proyectos libres, sin intermediarios. La ayuda sincera y directa. En ella, se han basado desde un principio estas pequeñas acciones colectivas.

Aquí lo dejo, con esta frase que para mi significa mucho:

“Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda”


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