Los búnkeres de la Guerra en el Pirineo

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A 2.300m en la cara norte de Secús (Valle de Hecho), tres cavidades artificiales en la roca describen un posible pasado militar.

 

Era 1939, la Guerra Civil española había terminado, pero en el resto de Europa se preparaban para la inminente llegada de la II Guerra Mundial. Las tropas alemanas se extendían por todo Europa sin freno hasta que la URSS y EE.UU entraron en el conflicto.

 

En Santa Elena, Biescas, una serie de galerías custodian el sendero tradicional que une el Valle de Tena de norte a sur.

 

Dentro de la cúpula de la todavía inestable dictadura franquista apareció la preocupación de que este freno al nazismo buscara invadir también la península ibérica para derrocar a Franco. Así pues, se comenzó a diseñar una fortificación a lo largo de todos los Pirineos que evitara entradas de los países aliados en España.

 

búnkeres pirineo

Dentro de las galerías anteriores, la luz se filtra a través de las “aspilleras”, ventanas destinadas a disparar desde dentro.

 

De esta manera se desarrolló la Línea P (de Pirineos), un proyecto de 10.000 búnkeres que cubrían todo el territorio fronterizo con Francia, desde Guipuzkoa hasta Girona. El primer plan de fortificación se desarrolló en Cataluña en 1940, pero cuatro años más tarde, los maquis invadieron la Val d´Arán, al otro lado de la frontera natural, lo que hizo que se corroborara la idea de fortificar toda la cordillera.

 

Interior de un nido de ametralladora en el paseo de los Melancólicos, Canfranc. Este concretamente, de hormigón armado, cuenta con un amplio interior, una sala para almacén de munición y la aspillera.

 

Tras este suceso en Vielha, la obra se inició de inmediato, construyéndose entre 1944 y 1959 unos 6.000 búnkeres de los 10.000 proyectados inicialmente. Estas estaciones defensivas, que nunca se llegaron a utilizar, fueron la construcción defensiva más extensa de Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial.

 

A más de 2100m de altitud, en el puerto de la Loma, Hecho, un búnker de mampostería se camufla entre los terrenos rojizos. Desde este punto estratégico, se puede controlar gran parte de la línea fronteriza occidental de Aragón, pudiendo alcanzar la vista del emblemático Middi d´Osseau al fondo.

 

El tramo aragonés, desde Zuriza hasta Benasque, se dividió en tres regiones militares, que a su vez se dividieron en sectores denominados Núcleos de Resistencia. Numerados del 101 al 120, dieron lugar a 20 núcleos, con una serie de búnkeres cada uno para vigilancia de la frontera. Sin embargo, la orografía del terreno hizo que la provincia de Huesca fuera la región que proporcionalmente menos búnkeres tenía, ya que las escarpadas cumbres en muchos casos actuaban a modo de muralla natural.

 

A escasos metros del búnker anterior, un sarrio posa sobre excavaciones en las rocas de Secús. Posiblemente destinadas a almacén de munición y víveres para los ocupantes del búnker de la Loma. búnkeres

A escasos metros del búnker anterior, un sarrio posa sobre excavaciones en las rocas de Secús. Posiblemente destinadas a almacén de munición y víveres para los ocupantes del búnker de la Loma.

 

Por ello, la intervención se centró en los pasos más accesibles para cruzar la frontera, ya fuera a pie, como en Zuriza, en el valle de Ansó; en los alrededores de Guarrinza para controlar el transitado paso del Puerto del Palo, en el Valle de Hecho; o la zona del puente Cuberre hasta el Hospital, en Benasque. También para controlar el acceso por carretera y red ferroviaria, como en Canfranc y la zona de Rioseta, en la cabecera del río Aragón; en Santa Elena, en pleno Valle de Tena; o en la zona de Bielsa, para controlar el acceso a los valles de Torla, Gistaín y el resto del Sobrarbe.

 

Un nido de ametralladora en Canfranc dispuesto sobre las vías transfronterizas del tren, preparado para batir sobre ellas. búnkeres

Un nido de ametralladora en Canfranc dispuesto sobre las vías transfronterizas del tren, preparado para batir sobre ellas.

 

Uno de los puntos neurálgicos de esta fortificación a gran escala fue la Estación Internacional de Canfranc. Aquí se instaló el centro de control del valle del Aragón, donde se alojaban los soldados encargados de la construcción y almacenaje de material.

 

Entrada a dos búnkers de infantería en Santa Elena. El hecho de ser accesibles para el público permite dar a conocer la historia de la zona como atractivo turístico. También ser vulnerables a atentados contra el patrimonio, como es el caso de las pintadas que “los decoran”.

 

Actualmente se ha llevado a cabo la recuperación del sector 24, en la zona del paseo de los Melancólicos, correspondiente a la zona de Canfranc. Muchos de los búnkers se encuentran en zonas de difícil acceso, mientras que otros se sitúan directamente sobre las vías del ferrocarril. Otros se pueden visitar, cuando la nieve lo permite, en la propia estación de esquí de Candanchú.

 

Otra tipología de entrada. Más discreta, permite el acceso a un nido de ametralladora escondido entre el paseo de los Melancólicos y un túnel de la red ferroviaria. Muy cerca de la Estación Internacional de Canfranc

 

Desde el municipio de Canfranc Estación, en un sencillo recorrido circular de poco más de 2h y 9,5km en total, se puede visitar una gran cantidad de búnkers construidos en los alrededores del centro urbano.

 

La Línea P fue un proyecto de 10.000 búnkeres que cubrían todo el territorio fronterizo con Francia, desde Guipuzkoa hasta Girona.

Un caminante pasea sobre una zona de concentración de búnkers de Guarrinza. Al fondo, restos de lo que fue el cuartel militar de la Mina.

 

 icon-arrow-circle-right Entrada del fotógrafo colaborador Aitor Borruel.

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