Las consecuencias de la crisis climática en el Pirineo

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Amanece en el refugio Oulettes de Gaube (Pirineo francés) donde Bernat Claramunt está listo para iniciar una expedición como guía científico y ecólogo del CREAF. Es experto en los sistemas montañosos y conoce bien el terreno. No puede dejar de mirar el Glaciar des Oulettes y constatar su retroceso, aunque siga mostrándose imponente.

Con estas travesías científicas buscan medir los efectos del cambio global en la montaña. Quieren conocer de primera mano el estado de los glaciares y de la vegetación alpina, además de medir las características de los lagos, conocer los usos de praderas y pastos y la evolución de la vida en los valles.

monumento natural de los glaciares pirenaicos

Los glaciares son un paradigma innegable: el aumento de la temperatura los afecta de manera crítica. “Su tamaño es cada vez más pequeño y tienen menor grosor y en el Pirineo es evidente que están desapareciendo”, afirma Claramunt. En esta zona montañosa todos los glaciares han experimentado un retroceso irreversible, algo evidente en los del Aneto, la Maladeta y Monte Perdido (en Aragón), así como los de Ossue y Marboré (en Francia). En territorio francés, glaciares de menor extensión, como el Troumouse y el Taillon, han desaparecido completamente en el margen de 40 años; como en Cataluña, donde hoy tampoco queda ningún glaciar.

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Agua, biodiversidad y desarrollo rural

Proveer agua, garantizar la biodiversidad y facilitar el desarrollo de un entorno socio-económico sostenible son algunos de los grandes beneficios que aportan las zonas de montaña. De hecho, son beneficios (o servicios ecosistémicos) que se prestan a todo el continente europeo.

En su función de torres de agua, las zonas de montaña son responsables de suministrar este bien esencial a la mitad de la población mundial. Como puntos calientes de biodiversidad, albergan la mayoría de los lugares de Natura 2000. Y, además, ofrecen oportunidades para el ocio basadas en sus atributos naturales y su patrimonio cultural.

Sin embargo, nuestra sociedad demanda cada vez más los servicios que prestan las zonas de montaña, algo que añade una presión más allá del cambio climático y que las sitúa en una posición de mayor riesgo. «Es el momento de plantearse nuevos modelos de desarrollo sostenible para estas regiones”, comenta Bernat Claramunt.


Más humanos, más calor, menos agua

La intensa presencia humana, la subida de los termómetros en las cumbres y la menor disponibilidad de agua aceleran una nueva circunstancia en las zonas de montaña.

El aumento de la temperatura media se traduce en menos precipitaciones y una mayor evaporación del agua, que amenazan a las zonas de montaña de Europa y de todo el mundo. Una de las principales consecuencias es que se incrementa el riesgo de incendio en estos territorios –casi inexistente hasta ahora– y se reduce la disponibilidad de agua dulce. Una realidad que incide también en la red fluvial.

Al sur de Europa uno de los ríos más afectados es el Ebro, con un recorrido que nace en el norte  y desemboca en la costa mediterránea. “En su cuenca se han registrado descensos significativos de más del 50% del caudal anual desde 1950 hasta 2010″, según se desprende del último informe del Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC), ubicado en Huesca (España).

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// Antes y después del cambio global en las zonas de montaña y en la vida de las personas

Una línea de árboles más lejana

“¿Y cómo reacciona el paisaje, la vida salvaje, a todos estos cambios?”, pregunta Sara Costa, una de las científicas que acompañan a Bernat Claramunt en la expedición por el Parque Natural de los Pirineos. “Te propongo mirar esa cumbre con los prismáticos para identificar dónde llega el límite del bosque. Hace 30 años allí no crecían árboles”, le responde el investigador del CREAF.

El cambio climático obliga a muchas especies de plantas y a determinada fauna a adaptar su ciclo de vida y distribución. La diversidad de micro hábitats de montaña ofrece refugio climático sobre todo a especies de pequeño tamaño: desplazándose pocos metros encuentran condiciones similares a las existentes antes del aumento de temperaturas.

Algunas especies serán capaces de adaptarse al cambio de condiciones –como la cubierta de arbustos en la tundra por ahora sin árboles– y otras están siendo ya afectadas y en peligro de extinción. Es el caso de animales como el urogallo, cuya población ha menguado de manera drástica a causa de la presencia humana en los hábitats que ocupa en bosques subalpinos del Pirineo.

urogallo nieve
// Enjoy the biosphere

Repensar los pueblos de montaña

Hay, además, un tipo de erosión añadido en las zonas de montaña y es la que provoca la despoblación. Supone pérdida del patrimonio cultural y, como consecuencia, desgasta la realidad socio económica, ya que los pueblos se vacían. La otra cara de la moneda son las segundas residencias con baja tasa de ocupación en estos territorios, que se acaban convirtiendo en barrios fantasma pero que, igualmente, demandan recursos por mantenimiento y servicios.

Los deportes de invierno vinculados a la nieve, una rama esencial para la economía de algunas zonas de montaña, son los otros grandes afectados desde hace años. En los Alpes y en el Pirineo la nieve ha disminuido durante el último siglo y se prevé que esta tendencia continúe.

 

icon-arrow-circle-rightFuente: CREAF y Agencia SINC

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