El Pirineo es un lugar donde la cultura vibra en cada pueblo y cada casa. Una tierra que ha sabido recoger con orgullo la herencia cultural que los antiguos habitantes de estas montañas nos dejaron. Si caminamos por las calles de un pueblo pirenaico pronto encontraremos símbolos tallados y esculpidos en madera y roca. Una iconografía que ha resistido el imparable paso del tiempo y que ha llegado en forma de regalo hasta nuestros días.
En la simbología pirenaica predominan los elementos naturales, y entre ellos destacan los símbolos solares. Muy abundantes y comunes en todo el Pirineo. Tienen diferentes nombres, pero las formas y atribuciones culturales coinciden. En Aragón, se conocen como Religadas, denominación que proviene de la palabra aragonesa enreligar (enredar).
Las religadas son símbolos milenarios comunes también en otras culturas indoeuropeas como la celta o la germana. Incluso existen registros similares en las culturas precolombinas. Representan al sol, y emulan con sus ejes el movimiento rotatorio y la fuerza del astro rey. En función de hacia donde giran sus hojas se les atribuye un significado positivo (izquierda) o negativo (derecha).
En la tradición pirenaica, al Sol se le atribuye un poder protector. Es la oposición a la noche, espacio dominado por las brujas, brujos y seres malignos. Cada día, el sol vence a la oscuridad y se convierte así en una fuente de vida. Por esta razón, es habitual observar las religadas en las casas y graneros, como elementos protectores de las personas y animales que en ellos habitan.
El culto solar es una tradición pagana que con el avance del cristianismo fue poco a poco relegada. Sin embargo, todavía hoy existen numerosas tradiciones en el Pirineo vinculadas al sol. Un claro ejemplo son la noche de San Juan (día más largo del año y de gran importancia en nuestra cultura) o el simbolismo solar de las hogueras o las fallas.
La cardincha o eguzkilore, flor de forma solar, también comparte el mismo significado protector en la tradición pirenaica.
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