Las montañas y los extensos bosques del Parc Natural del Alt Pirineu, en Lleida, son uno de los mayores reductos del oso pardo al sur de la cordillera, una presencia que va creciendo gracias a los esfuerzos para conservar a este icono de la fauna salvaje pirenaica. El desafío pendiente es la coexistencia con las actividades humanas, una tarea que implica, sobre todo, retomar los métodos ancestrales de protección de los rebaños en sus pastos de altura.
Este verano, quienes visiten la zona tienen la oportunidad de conocer de cerca el reto de la coexistencia con unos guías excepcionales: los pastores del valle de Bonabé, en el corazón del territorio osero, unas visitas organizadas por la Casa del Oso Pardo de los Pirineos del pueblo de Isil.
La mayoría de la gente pasa de largo el desvío hacia Isil, en la concurrida carretera entre el Pallars Sobirà y el valle de Arán. Porque el recóndito valle de Bonabé, fronterizo con Francia, es uno de los secretos mejor guardados de esa zona de la cordillera. Allí se pueden intuir los rastros del urogallo en uno de los abetales más antiguos del Pirineo, el bosc de les Cireres, refrescarse en las aguas cristalinas y salvajes del Noguera Pallaresa, o pasear entre las viejas casas de Alos d’Isil.
Las bordas, los prados de siega que rodean los pueblos, y los pastos de las alturas dejan claro que este es un territorio cuidado y custodiado por los seres humanos. No se puede entender la historia y la presencia del oso en el Pirineo sin hablar de ganadería extensiva, y por eso, la Casa del Oso Pardo de los Pirineos ha decidido darle una vuelta a sus actividades y su exposición, resaltando el paisaje humano de estas montañas.
“En el valle de Bonabé no solo encontramos osos, sino que también hay ganadería extensiva, patrimonio cultural, patrimonio industrial y queremos que la Casa explique todo este patrimonio”, cuenta el presidente de la EMD (Entidad Municipal Descentralizada, una entidad local menor en Cataluña) de Isil i Alós, Guillem Esteban. La EMD vuelve a dirigir este espacio local, que en los últimos años estuvo gestionado por la Fundación Oso Pardo, y quieren renovarlo con una visión “transversal” del territorio, por ejemplo, con la ampliación de una tienda de productos de proximidad.
La actividad estrella es la visita a una de las ganaderías del valle de Bonabé, de la mano del vaquero Manel Espada y acompañados por un guía de naturaleza (en su web informarán de las próximas visitas). Quieren acercar a los visitantes la realidad del sector primario en el Pirineo, concienciar sobre la forma de comportarse en unas montañas compartidas con el ganado, y también, mostrar el desafío de la coexistencia con el oso.
“Queremos que quien visite la Casa del Oso se lleve un baño de realidad y comprenda las problemáticas que hay en nuestro territorio”, dice Guillem Esteban.
La conservación de la población osera del Pirineo supone un esfuerzo añadido para la ganadería extensiva, aunque poco a poco se va comprobando que las medidas preventivas funcionan. Buena parte de las ovejas y cabras que utilizan los pastos de verano en la zona osera del Pallars Sobirà se agrupan en grandes rebaños (cuatro actualmente) para facilitar su protección: vigiladas por pastores las 24 horas, con la ayuda de mastines y vallados eléctricos. Uno de los rebaños es el de Isil, y desde la Casa del Oso también se plantean organizar visitas en el futuro.
Aunque el ganado es de distintos propietarios, es la administración catalana quien paga a los pastores durante los cuatro o cinco meses que viven en los pastos de altura. La acción comenzó durante el Piros Life, el proyecto para consolidar la presencia del oso en el Pirineo, y hasta ahora ha sido tremendamente eficaz para prevenir los ataques del plantígrado: en 2020, en los cuatro meses de vigilancia hubo 6 bajas debidas al oso entre las 3.450 cabezas de ganado protegidas, un 0,17%.
Puedes leer más sobre fauna y visitas del Pirineo en este enlace.
Dejar un comentario