// Escalada realizada en diciembre del 2016
Mediados de diciembre, a punto de entrar en el invierno y sigue sin nevar. Hace calor y el anticiclón a venido para quedarse, espero que no para siempre.
Nacho García y yo nos negamos a rendirnos y a caer en la apatía de la estabilidad, tenemos ganas de aventura y hay que apostar fuerte para conseguirla.
Por supuesto, los planes no faltan, será por montañas… pero hay que elegir concienzudamente, y sobre todo no dejar que mande el corazón y lo irracional, es muy fácil abandonarse al romanticismo del alpinismo.
A saber, valoramos dos opciones, la más factible y segura es ir a escalar «Despertaferros» a Montrebei, una difícil y larga vía con aventura asegurada; pero estamos en invierno y la meteorología es estable, no podemos dejar pasar esta oportunidad. Al final el corazón gana a la razón y ponemos rumbo al Vignemale.
La ruta elegida es muy ambiciosa, El Diedro Amarillo, una pared de más de 600 m de vertical. Aunque abierta en 1964 por los hermanos Ravier, es una lección de escalada de dificultad pocas veces repetida en época invernal.
Los dos componentes de la cordada somos padres de familia, lo que hace que empaticemos fácilmente, y sobre todo que la logística se complique en gran medida. Salimos de Jaca a las 4:30 am y hasta las ocho no comenzamos la larga aproximación desde Pont de Espagne a la cara norte del Vignemale.
Sobre las 12:30 llegamos a pie de vía, ha sido un “largo paseo” frenado por la nieve blanda y por el gran peso de nuestras mochilas. La idea inicial es subir hasta una repisa en mitad de la pared para hacer un vivac, pero valoramos la imposibilidad de nuestro objetivo, y bajo la expectativa de pasar una noche colgados de nuestros arneses cambiamos de objetivo y nos adaptamos.
La nueva idea es dejar un depósito de material a pie del Couloir de Gaube, bajar a dormir al refu, y a la mañana siguiente escalar el espolón Noroeste de la punta Chausenque. Una vía, a priori más fácil y clásica, que si todo va bien podremos hacer en una sola jornada.
El despertador suena a las cinco de la mañana. El cambio de actividad nos hace ser optimistas sobre nuestras posibilidades, quizás demasiado, y nos lo tomamos con calma. A las 6 comenzamos la marcha, gracias a la huella que dejamos abierta la víspera y a que nos movemos sin peso, en una hora estamos a los pies de la cara norte.
Al llegar a nuestro depósito de material obtenemos la primera sorpresa del día, observamos como nuestro material, que en un principio debería estar metido en bolsas de plástico, esta desparramado por el glaciar. Sorprendidos descubrimos que por suerte no falta nada importante. Las chovas en un ataque de hambre han dado buena cuenta de nuestras barritas y frutos secos, así que nos tocará pasar hambre y tirar de reservas.
En medio de la noche, a la luz de los frontales, nos preparamos para la escalada. Llevamos un juego y medio de friends, micros, fisureros y unos cuantos clavos, una cuerda de 60 m de 9 mm de uso en simple y otra muy fina que irá en la mochila para una eventual retirada, en la mochila también llevamos los pies de gato en previsión de que la pared estará seca y nos agilizarán la escalada, y por eso llevamos un solo piolet “maza” cada uno.
Comenzamos a subir por el Couloir de Gaube en ensamble, hasta que en un momento dado nos montamos sobre la pared de roca de nuestra izquierda y comienza la escalada técnica. De momento nos movemos lentamente, en la oscuridad es difícil seguir el camino correcto y perderse por estos lares no sería una buena opción.
El primer tercio de la vía es bastante vertical y enrevesado, con multitud de travesías buscando los puntos flacos de la pared. La escalada se torna mucho más difícil de lo que habíamos previsto, y ya a la luz del día, nos damos cuenta de que si queremos salir por arriba en una sola jornada, tendremos que exprimirnos a fondo.
La escalada es complicada y expuesta, la roca es bastante mala en general y para colmo es muy difícil de proteger. Las reuniones son bastante precarias y perdemos mucho tiempo en montarlas, los clavos se convierten en nuestros mejores amigos. El croquis es para echarse a llorar, una delgada línea, apenas detallada, que surca un mar de roca de más de 700 m de desnivel.
A pesar de todo, gracias a nuestra intuición, no nos perdemos, y largo a largo vamos ganando altura.
Cuando la roca está seca escalamos con la bota, pero continuamente tenemos que ponernos los crampones y sacar el piolet, debido a que según ganamos altura cada vez hay más hielo en la pared y la escalada se torna completamente mixta. A estas alturas ya nos hemos dado cuenta de que los pies de gato se pasearan en el fondo de nuestras mochilas…
A las cinco y media la noche nos envuelve por completo y todavía quedan muchos metros por escalar. Volvemos a estar sumergidos en la oscuridad total. Llegados a este punto, la mente se transforma, las pulsaciones bajan, ya no hace falta correr, el peligro del que llevamos huyendo todo el día, ya nos ha alcanzado. Nuestros cansados cuerpos impulsados por una fuerza casi inextinguible nos permite seguir avanzando, da lo mismo lo difícil y expuesto que sea el paso, nuestro instinto es tan grande que lo superamos como auténticos autómatas.
Después de trece horas metidos en la pared llegamos a la cumbre de la Punta Chausenque, a 3200m de altitud. Son las nueve de la noche y todavía tenemos que bajarnos de aquí. Sin tiempo que perder nos ponemos en marcha; primero encontramos el destrepe que nos deposita en el glaciar y luego seguimos bajando por la ruta normal en medio de una total oscuridad. Intentamos coger un atajo que pasando por la cumbre del pettite pic nos permitirá ahorrarnos una hora de bajada, pero en medio de la noche somos incapaces de encontrarlo y tenemos que bordear por la zona del refugio de Baisellance.
A las doce de la noche llegamos al Refugio desde donde habíamos partido dieciocho horas antes, con la sensación de haber vivido una gran aventura, y con la certeza de habernos comido un buen “segundo plato”.
Croquis Espolón Noroeste de la Punta Chausenque
Entrada realizada por Nacho Merino, guía de Alta Montaña y fundador de la Casa de la Montaña de Jaca.
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