Comienzas a caminar. El sol acaricia tu rostro y una suave brisa inunda de aire tus pulmones. Silencio. Miras a tu alrededor y no ves a nadie. Nada. La vegetación, fiel aliada del tiempo, es la nueva dueña de este lugar. Las paredes y tejados han sucumbido al paso de los años y las calles empedradas ahora se cubren de tierra. Sin embargo, no siempre fue así. Un día, mujeres y hombres caminaros estas calles y habitaron estas casas. Montañeses. Amaron, rieron y lloraron entre estas paredes. Estamos en Esco, un pueblo abandonado. Expropiado.
La regulación del agua fue una prioridad para la dictadura franquista y una página negra en la historia del Pirineo. Decenas de presas atajaron el surco bravo y libre de nuestros ríos. Los pantanos hicieron estragos. Cultura, tradición, naturaleza y vida fue inundada.
Se calcula que 73 de cada 10.000 aragoneses se vieron obligados a dejar sus pueblos por la construcción de embalses. Cifras similares al número de exiliados durante la Guerra Civil. Si nos paramos un instante a pensar lo que esto ha supuesto para tantas personas resulta estremecedor. Cuánto futuro y vida destruida.
En 1959 se construyó el embalse de Yesa, en la Jacetania más occidental. Con la obra, tres pueblos fueron expropiados: Ruesta, Tiermas y Esco. Más de 1.500 personas obligadas a dejar sus casas, su historia y su pasado. Y en la actualidad un nuevo proyecto de recrecimiento amenaza el territorio.
Hoy volvemos a Esco. Caminamos y observamos. Recordamos a esas mujeres y hombres que un día inundaron de vida este lugar.
Fotogalería
Puedes ver más fotogalerías del Pirineo en este enlace.