Lanuza es un pueblo hermoso. En el corazón del Valle de Tena, su arquitectura de montaña y el entorno natural que lo rodea hacen una combinación perfecta que a pocos dejará indiferentes. Destaca la Iglesia de San Salvador y las espectaculares vistas a la siempre imponente y legendaria Peña Foratata. Caminar por sus calles es un viaje en el tiempo. Una mirada a la tradición y la historia pirenaica.
Aún así, Lanuza es mucho más que un pueblo bonito. Es un ejemplo. La lucha por la vida y el amor de sus habitantes por este lugar está escrito a fuego en cada casa. En 1976 terminó la construcción del pantano de Lanuza. Se cerraron las compuertas y comenzó la tragedia. La gente se vio obligada a marchar de casa y a dejar atrás su vida y sus recuerdos. Se repetía la desgarradora historia tantas veces contadas en el Pirineo. Lanuza fue expropiado.
Pasaron los años y las previsiones de la Confederación Hidrográfica del Ebro fallaron. Rebajaron la cota del embalse y «solo» las casas bajas del pueblo quedaron inundadas. Empezó entonces, la lucha de los antiguos vecinos por la recuperación de su pueblo. Crearon una asociación y en los años 90 lograron la reversión de algunas de las casas.
A día de hoy, son muchas las chamineras que humean. Símbolo de vida y futuro. Solo nos queda agradecer y animar a la gente de Lanuza en su lucha por la dignidad de nuestra montaña.
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